Es pa’ matarlos

Hoy tenía el día tierno. De verdad. Quería sugerirte unos cuantos regalos bonitos y a muy buen precio. Que estaba yo más blandito que el oso de Mimosín lamiendo algodón de azúcar de gummybaya rosa, quiero decir.

Pero, chico, uno ve ciertas cosas y no puede evitar que el curare le gotee por el colmillo. Plic, plic ¿De verdad hay alguien capaz de regalar semejantes tonterías en el peor de los sentidos de la palabra? ¿Soy yo el raro? –que lo soy- ¿O es que la gente se pone a inventar creyendo que el prójimo es tonto?

Es pa’ matarlos

El artilugio que ha activado mis glándulas de “sarcasmina” no es otro el Mirror Book Air. Se trata, básicamente, de un espejo de mano con la forma de un portátil de la marca Apple. Para quitarse el gusanillo de tener un  ordenador auténtico de esa marca. Veinte euros por poder retocarnos por la calle. Para i-Diotas.

La suerte del vendedor

Ya me han crecido los colmillos, de modo que vamos a por  otro de esos regalos para salvar un compromiso y que, si  pudiéramos elegir, no le entregaríamos a alguien que queremos: una maceta minúscula, un poco de tierra y otro poco de abono junto con unas semillas de trébol. Eso sí, de cuatro hojas, que dicen que trae suerte. Claro que la suerte será para el vendedor, que cobra por este pack unas diez veces más de lo que puede valer.

Y me he tenido que reír por no aporrear la pantalla del ordenador. El motivo han sido unos guantes sin dedos. Reconozco que yo los uso cuando no quiero encender la calefacción  tengo que darle un ratito al teclado, pero los que he visto se hacían llamar “guantes navideños para geeks”.

Exprimamos un poco la neurona

Básicamente, son unos mitones de color rojo Papá Noel con el puño y los nudillos rodeados  por una cinta de borreguillo blanco. La guinda del pastel son unos pompones rosas sujetos con una cintita verde más o menos hacia la mitad del reverso de la mano. Pon tú el comentario sarcástico, que a mí me entra la risa.

Terminamos por hoy, que estoy temiendo morderme la lengua y morir envenenado. Y vamos a acabar este repaso con una reflexión: no todo vale. De verdad, si no sabemos qué regalar, investiguemos, preguntemos. Pero debemos evitar a toda costa comprar la primera tontería simpática que veamos.

¿Qué dirías tú si te regalasen, por poner un caso, un muñeco parlante de Jar Jar Binks?