Cuando yo era chaval había dos grandes lemas para los regalos parejiles: “Díselo con flores” y “Un diamante es para siempre”. Lo de las flores ya huele. ¿Y por qué no hablar de esos anillos para caerse de espaldas? ¿Por esto de la crisis? Paparruchas. Un anillo de los buenos es una de esas cosas que crean esos momentos especiales tan raros que buscamos a lo largo de la vida.
Para empezar, nada de comprárnoslos de segunda mano, en outlets de internet, ni rebajados ni nada de eso. Qué horterada, por Dios. Un anillo de los que estamos hablando tiene que ser algo realmente especial. Así que prepárate para darte un paseo por tu sucursal más cercana de Cartier, Gucci, Dior o Bulgari. A lo mejor para que te dejen entrar te toca comprarte antes un traje un poco chic. Y un par de complementos, claro.