El regalo clásico siempre funciona

Para todos y para todos los precios, los regalos clásicos suponen una manera excelente de quedar muy bien para quien los da y de contentar a quien los recibe. Cualquier ocasión es buena para entregar un regalo a alguien que queremos:

Tanto da un santo, un aniversario, un cumpleaños… o que el día esté nublado. El caso es que esa persona a la que queremos sea feliz. Vamos con unas cuantas sugerencias en este aspecto, regalos que se han hecho mil veces y que, si el receptor no los tiene, agradecerá:

un clásico

Perfumes y complementos: acierto seguro, si conocemos a la otra persona

Y el clásico entre los clásicos es el perfume. Por muy personal que sea su elección, siempre barajamos esta opción cuando deseamos agasajar a alguien. Lo bueno del perfume es que encontraremos una amplísima gama, tanto para señora como para caballero, de modo que, Chanel Nº 5 para ella; y Don Algodón para él (cierto: no le hemos dado demasiadas vueltas).

Un regalo que siempre supone una alegría recibir es un complemento. De nuevo, dividamos las posibilidades en dos y regalémosle a ella un bolso que demuestre que conocemos sus gustos o a él una corbata que combine con su traje favorito.

Solidarios y atractivos

En cuanto al bolso, vamos a sugerir, de nuevo, sólo uno: vamos a recurrir a los servicios de una tienda de artesanía, a regalar un objeto cásico que no tenga nadie más. Tal vez, incluso, uno proveniente del comercio justo, que nos permita sentirnos bien por doble parte.

Por lo que respecta a la corbata, de nuevo nos encontramos con tantos gustos como personas. Y de nuevo, por tal motivo sólo vamos a hablar de una, para que su mención sea más ejemplo que sugerencia: una maravilla en seda de Pedro del Hierro, elegante y atractiva con la que cualquier portador ganará en categoría y presencia.

La relojería nunca falla

Seguimos descolgándonos por los clásicos, sin abandonar los complementos: hablamos ahora de relojes. De nuevo, el problema se centra el elegir cuál, vista la tremenda gama tanto para él como para ella.

Esta vez vamos a ser caprichosos y a dejarnos un buen dinero: el caballero adornará su muñeca con un Rolex Yacht Master II. De oro, por no encarecerlo más, símbolo de estatus para quien lo desea y de precisión y funcionalidad para quien lo usa.

En cuanto a ella, le regalaremos un Limelight de Piaget, de acuerdo, no tan ostentosamente caro como el Rolex que le hemos regalado a él, pero, como poco, igual de elegante, además, claro está, de lo funcional de la marca, que es, también, muy importante.

Si nos paramos a contar, apenas sí hemos escarbado en la inmensidad del mundo del regalo clásico. Porque esa era la idea, limpiar apenas la superficie, de modo que, quien venga detrás apenas tenga que hacer esfuerzo por hallar una vía que discurren por el textil, la joyería, la marroquinería… Son muchos caminos, pero muy difícil perderse.