Cuidado con lo que regalas

Nos lo hemos pasado en grande dándole vueltas a qué regalar, riéndonos a costa de algún que otro personaje más o menos inventado, soñando con regalos imposibles por su precio –y su dudoso gusto, en algunas ocasiones-, pensando cómo alegrarle un día cualquiera a alguien. Pero hoy cambiamos de tema.

Hoy no hablaremos qué regalar sino de qué no regalar. Todavía recuerdo con horror el día en el que, por mi cumpleaños alguien tuvo la fenomenal idea de regalarme un muñeco de Star Wars. Hasta aquí, todo bien.

odio

Pero lo que mi amigo no parecía saber era que, por mucho que me guste la saga, hay un personaje que es la peor de mis pesadillas. Encuentro que sobra en el guion y que es tan irritante que diría que también está de más en cualquier galaxia. Sí: a pesar de mi profunda fobia, me regalaron una figura a escala de Jar Jar Binks, del que incluso me moleta escribir el nombre.

A ver cómo le digo que no me gusta…

Bueno, lo cierto es que tras ver cómo ponía la misma cara que se le queda a uno tras morder una guindilla e intentar hacerse el duro diciendo “Nnnnnooooh… sssi no picaaaargh”, todos los allí reunidos me soltaron, entre risas, una maqueta del Halcón Milenario que aún cuelga sobre mi lecho de matrimonio. Hasta que se caiga y nos desgracie, dice mi pareja.

El caso es que cada vez que me quedo mirando la nave, se me vienen a la cabeza dos cosas relacionadas: Una habla de lo que no tenemos que regalar y la otra, tema de otro post un día de estos, de lo que yo llamo “regalos con paradinha” ¿Intrigado? Ya hablaremos de ellos. Por ahora, nos centraremos en qué no regalar.

Conocer antes de regalar

Si el regalo de aquel cumpleaños hubiera sido la efigie del aplastable ser, sin más, ¿qué tenía que haber pensado yo? ¿Que mis amigos no me conocían? ¿Que era una broma? ¿Que querían fastidiarme?

Con esta anécdota quiero decir que existen una serie de regalos “prohibidos”, que son aquéllos que no le van a gustar al obsequiado. Para evitarnos el disgusto de una sonrisa que sólo enseña dientes y un “¡oooh, garacias me encaaantaaaa!” más falso que un billete de siete euros, compremos pensando en lo que le gustará al agasajado, no a nosotros. Y para ello es imprescindible conocerlo.

¿Que qué fue de mi Jar Jar Binks? Confieso que lo conservo y de vez en cuando, cuando me pongo la peli, le hago un poco de vudú, a ver qué pasa…