Marcianadas

Fecha estelar de 27.418. Diario de abordo. Escribe el capitán Valentín. El día terrestre ha coincidido con el llamado “Catorce de febrero”. Como cada año terrestre por esta fecha, han sido 24 horas muy duras.

Me he pasado el día desgastando las fuerzas humanas con el armamento del que dispongo: las flechas con punta de corazón. No explotan ni matan, pero, con todo, son efectivas. Si la idea era reducir a la humanidad a una masa sin capacidad de pensamiento y dedicada a gastarse todos sus recursos en complacerse mutuamente por un solo día, el plan funciona.

En la jornada, un alto porcentaje de los alcanzados por las flechas se han gastado casi todos sus recursos en regalos y comida suficientes como para cubrir sus necesidades durante dos meses terrestres.

Dos especímenes al azar

Escojo, de entre muchos ejemplos, a dos especímenes alcanzados hace un par de décadas humanas. Habiendo observado su vida cotidiana, he deducido que, mientras se encuentran juntos, ella se dedica a proporcionarle líquidos y alimentos mientras él, durante buena parte del día, contempla, a través de una pantalla, cómo corren 22 humanos tratando de introducir un objeto esférico entre tres listones de madera.

Yo tampoco lo entiendo. Nota para mí: estudiar si ese deporte forma parte de otro programa experimental. Sospecho de los habitantes Pinh Ponh, en la galaxia Fifh Pine.

El caso es que en las horas previas al cese de la actividad comercial del día anterior, el macho, en secreto, decidía reservar un lugar en un comedero de lujo. Asimismo, se acercaba a un dispensador de oro, plata y minerales brillantes adquiría un circunferencia de oro con un mineral no identificado engastado en un punto de su exterior.

El día D (14 D febrero)

Hoy se acercaban ambos individuos al comedero, lugar en el que se alimentaban de la comida que habitualmente ingieren, pero servidos por otro humano cuya ropa lo asemeja a un pingüino de gran tamaño. El pingüino es un ave que no vuela de colores blanco y negro.

Estudiadas las posesiones de papel-moneda que se guardan en la guarida de ladrones llamada “banco”, vemos que anteayer el sujeto poseía novecientas monedas, de las que se han restado trescientas por el trozo de oro, doscientas por la ingesta de comida y otras doscientas por dormir un edificio llamado “hotel”, apenas a mil cien pasos de su hábitat natural. Restan doscientas unidades de papel moneda.

Si la costumbre no cambia, cuando se encuentre de nuevo en hábitat, el macho seguirá mirando la pantalla y la hembra alimentándolo. Eso sí: con sólo doscientas unidades monetarias en su cueva de ladrones y teniendo en cuenta que han de entregar trescientas para gastos fijos. Es un misterio cómo lo consiguen: tal vez no sean tan tontos. Aunque gilipollas, sí que lo son. Un rato largo.