Disfraces, los regalos de estas fechas

A caballo entre febrero y marzo encontramos otro buen momento en el que dar rienda suelta a nuestra generosidad y buscar un regalo para aquellos que se lo merezcan. Me estoy refiriendo, por supuesto, al Carnaval. Es además una buena ocasión para hacer un regalo creativo y lleno de imaginación que pertenezca al infinito mundo de los disfraces. Porque, bien mirado, cualquier cosa puede convertirse en parte de un disfraz.

Como tantas otras veces, debemos pararnos un momento a pensar si preferimos regalar algo hecho por nosotros mismos, o un artículo de la tienda. Si optamos por la primera opción, nuestras posibilidades dependerán mucho de nuestras habilidades. Quiero decir, yo quiero hacerle un traje de princesita a mi niña, pero como no tengo ni la más remota idea de coser, me va a tocar vestirla de saco de patatas.

disfraz
Bueno, no sé de qué va «vestida», pero seguro que triunfa en el desfile.

De todas formas, y tanto si recurrimos al disfraz prefabricado o vamos a pergeñarnos uno nosotros mismos, lo más importante es tener en cuenta los gustos de la persona a la que va dirigida el regalo. Un disfraz, más que muchas otras cosas, debe adaptarse a la persona que va a llevarlo, a interpretarlo, si es un buen carnavalero; debe sentirse cómodo dentro.

Hay mil disfraces para cada uno de nosotros

Hay quien aplica la muy válida norma de que al fin y al cabo es un regalo para un día, y que además el regalo en cuestión va a sufrir un día muy duro y exigente al que puede que no sobreviva íntegro. En ese caso, se suele recurrir al socorrido disfraz de los chinos, cutre pero resultón y lleno de accesorios. Lo de la talla también es interesante tenerlo en cuenta.

Frente a los disfraces “realistas”, que buscan imitar la vida real, están los disfraces “fantasiosos”, que suelen combinar las remotas posibilidades que ofrece un baúl (el sancta sanctorum de los disfraces) con una delirante capacidad para ocultar bien profundamente la identidad y la vergüenza propias. A mí son los que me gustan: una peluca de vieja, una chaqueta de bombero, unos pantalones peludos y tacones. Y a vacilar.

Así que habrá que irle echando imaginación y observar bien a nuestro objetivo, lo que a uno puede encantarle, otro lo detestará. Si no quieres fallar, te recomiendo los mofletes con bigote y gafas añadidos (no tengo ni la más remota idea de cómo se llamará eso); si no le gusta, por lo menos te habrás gastado poco dinero…